¿Para cuántos de nosotros el café sigue siendo esa bebida que nos ayuda a despertarnos? ¿A quién no le gusta una buena taza después de comer para seguir rindiendo al máximo en el trabajo? Hoy te presentamos una historia de innovación en la industria cafetera que, seguramente, desconocías.
La planta del café y su fruto llevan con nosotros cerca de ocho siglos, pero las grandes innovaciones se han realizado en las últimas décadas. Veamos una breve cronología para tener un mejor contexto:
La siguiente idea revolucionaria en la industria inició en 1975, cuando un ingeniero de Nestlé llamado Eric Favre visitó un bar de espresso italiano y notó cómo los baristas tiraban continuamente de las palancas de sus máquinas para aumentar la presión y cambiar la forma en que se extraía el café.
Favre dedicó los siguientes 10 años de su vida a crear una cafetera simple que imitara la dinámica de una máquina de espresso. Su máquina, finalmente, añadió aire a presión al agua y a la molienda para crear una bebida con una marcada capa de crema. Así, en 1986 Nestlé registró Nespresso y patentó la marca.
¿Fue suficiente esta innovación?
Desafortunadamente para la compañía, no. Nestlé se centró en el lanzamiento de su producto como una máquina de café todo en uno y fácil de usar en oficinas. Sin embargo, ninguna empresa parecía estar interesada en este artilugio.
Dos años después, en 1988, Jean-Paul Gaillard se unió a Nespresso. Se preguntaba qué estaba fallando, si el invento era una maravilla.
Gaillard decidió darle una vuelta a la comercialización: ¿Y si en lugar de enfocarnos en las empresas, nos enfocamos en los hogares y lo vendemos como un producto de lujo? ¿Y si aumentamos el precio de cada cápsula en un 50%?
¡Eureka! Las ventas comenzaron a despegar y hoy en día es casi raro encontrar a una sola persona que no haya tomado un café de alguna de estas máquinas, ¿cierto?
Pero la innovación no termina aquí. Resulta que el uso de estas cápsulas es muy contaminante para el medio ambiente porque una de ellas puede tardar hasta 500 años en descomponerse debido al aluminio y al plástico con los que están elaboradas. Las empresas más comprometidas con el entorno están diseñando y lanzando al mercado cápsulas compostables (es decir, elaboradas a partir de materiales orgánicos) capaces de descomponerse a los seis meses de ser desechado.
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